Resumen:
Históricamente, las personas que se reconocen como parte de la comunidad de la diversidad sexual, Lesbianas, Gay, Bisexual, Transexual, Travesti, Intersexual, Queer y otras entidades (LGBTTTIQ+) han sido víctimas de discriminación legal y social, lo que ha limitado su acceso a derechos humanos fundamentales como la educación, el matrimonio, la adopción, el empleo y la atención médica. Y aunque han ocurrido avances legislativos significativos, las construcciones sociales relacionadas con los prejuicios y estereotipos hacia la diversidad sexual implican una la lucha constante por la igualdad de derechos y oportunidades para todas las personas, sin importar su orientación sexual o identidad de género.
En este campo, las prácticas educativas y los discursos oficiales tienden a reproducir las estructuras de poder existentes, legitimando la heteronormatividad y excluyendo otras formas de identidad sexual y de género. La perpetuación legítima de ideologías dominantes como la heteronormatividad, a través de las políticas y contenidos educativos, ha desempeñado un papel crucial en la configuración de la educación sexual a lo largo de la historia, influenciando en la percepción de género y sexualidad dentro de los sistemas educativos. En este sentido, la educación sexual en México, lejos de ser una entidad neutral, reproduce estas nociones culturalmente arraigadas, perpetuando representaciones binarias y excluyendo otras formas de identidad y orientación sexual.
Históricamente, la heterosexualidad se ha promovido como la norma natural, especialmente en contextos donde la reproducción biológica es central; mientras que la sexualidad ha sido vista desde una perspectiva biológica y evolutiva, aunque enfoques contemporáneos argumentan que la sexualidad es una construcción social influenciada por normas, valores y creencias culturales. Este enfoque es esencial para entender cómo la educación sexual puede reproducir o desafiar las normas heteronormativas. Foucault (1976) y Weeks (1981) han demostrado que la sexualidad se ha utilizado como una forma de control social, al moldear las identidades y comportamientos sexuales según las necesidades y valores de la sociedad dominante.
Tal es el punto de partida del estudio, donde se formula que la sexualidad humana, aceptada tradicionalmente como una dimensión biológica y adaptativa, es también un constructo social, influenciado por normas y creencias culturales que permean la formación de la identidad sexual de las personas. Por ello se consideró pertinente iniciar con una lectura teórica y conceptual de la heteronormatividad en la educación sexual, abordando sus orígenes y dispositivos operantes: el habitus lingüístico y el currículo oculto.