Resumen:
Para verse, hace falta un espejo, y la presencia de extranjeros en un país presenta una
oportunidad para autoconocerse mediante las diferencias con el otro. Aun cuando
México no se considera tradicionalmente un país receptor de migrantes, durante
las últimas décadas este fenómeno ha incrementado sensiblemente a tal grado que
actualmente, al menos en las ciudades grandes, se percibe la presencia cada vez más
notoria de extranjeros residentes provenientes de distintos países (Maldonado et al.,
2015). De acuerdo con los datos del INEGI (2010), había casi el doble de extranjeros
residentes en México en 2010 en comparación con el 2000. Por otro lado, hay una
presencia importante de extranjeros en México en calidad de turistas. En 2016 se estima
que llegaron casi 35 millones de turistas internacionales. En una ciudad mediana como
Toluca, que no cuenta con un perfil turístico, apenas empieza a notarse la presencia de
extranjeros de distinta procedencia. Este incremento multiplica las oportunidades que
tenemos para vernos reflejados en el espejo del otro y al mismo tiempo multiplica los
tipos de otros que nos sirven como espejos. México es un país diverso, lo ha sido durante
siglos en los encuentros entre las comunidades indígenas y mestizas, y recientemente se
ha tornado más diverso en la presencia de grupos e individuos extranjeros en su interior.